lunes, 24 de noviembre de 2008

Brobdingnag


Hacía menos de un mes que había llegado, pero sentía que habían pasado más de cien años. Cien años de una soledad inmensa en una ciudad apabullante.
Iba empequeñeciéndose cada día un poco y se estremecía al ver que la ciudad se agrandaba cada vez más.

“Si por lo menos me estuviera transformando en un monstruoso insecto…”, pensaba. Pero no, su fama crecía día a día y él se reducía al mismo ritmo. Sabía que las musas lo habían abandonado.

Era hora de escribir las memorias definitivas. Los recuerdos lo mantendrían protegido durante un tiempo.