jueves, 8 de octubre de 2009

Perdidos


Era su primer día de playa. Su mujer le pidió que cuidara de Fleepy mientras ella volvía al hotel a buscar las toallas que se habían olvidado.

Se sentía incómodo pero no sabía bien por qué. El perro estaba tranquilo, quizás demasiado, quizás también se sentía un poco incómodo. No tiraba de la correa para que lo soltaran como hacía siempre que llegaban a una playa. Él había conducido seiscientos kilómetros para llegar al mar y no tenía ninguna intención de contemplarlo. Prefería darle la espalda, acelerar el regreso de su mujer fijando la mirada en dirección del hotel. Le hubiera gustado poder hablar con Fleepy y preguntarle si estaba sintiendo lo mismo que él.


Pronto llegaría ella y todo volvería a la normalidad.